¿ Te acuerdas Paco, de cuando la libertad aquella, tan normal y sincera? Han venido a llenarnos los ojos de cosas, de molestias y zarandajas. De compra-venta, tu me entiendes. No habla la gente; vocifera, impera y solícita, exige, póngame un helado, al estilo de las películas del oeste, demasiado caro, se van despidiendo con la cara atravesada. Asistimos a competiciones de la necedad por la necedad y no hay sonrisas, sólo carcajadas artificiales y locas, fantasmas berreantes y dolorosas amenazas. Pecunia y Epicuro son entes de gran fortaleza.
Te recuerdo pedaleando, cansado y feliz en el esfuerzo. Leyendo, memorizando y dando clases a niños maleducados. Escuchando homilías con aire despistado, visitando catedrales y rezando. Nunca te ha gustado la playa, verdad; el mar, para un hombre de secano no tiene ningún sentido, y sin embargo...
Los últimos años te has encontrado a la deriva, como un toro fiero que no se rinde y pelea con el albero, no con el arbitrio. Te gustaría, ya , descansar, que todo vaya más despacio, transido ya de desfiguradas traiciones...
Crees, Paco, porque crees, no hay duda de ello, de que todo llega a su fin y sé que fácilmente entregarías tu cuello a uno que te lo rebanara y a descansar. Pero no seas egoísta, mira al cielo, a los árboles, a la lluvia caer y piensa que tus semejantes son como ellos.
El que no cree, ni creyendo ni haciéndole creer.
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