He estado leyendo una novela hasta la página 40 y no pasa nada en ella, solo un tipo que se instala en una ciudad. No he seguido leyendo. En mis novelas las cosas pasan en la página 10, si no antes. Las cosas deben pasar y yo soy partidario de la prisa si esas cosas que pasan son desagradables. Me da asco estar merodeando con el personaje por ahí como un tonto en una linde. Siguiendo hablando de las pastillas que me tomo, poca gente sabe que estas pastillas o inyecciones tienen cientos de contraindicaciones, que, unidas a la enfermedad en sí, dan un juego siniestro de curación y tormento para el que las toma. Aparentemente, los enfermos mentales medicados pasamos por normales pero, ya digo, la procesión va por dentro. Y no digamos los daños que hacen al hígado y a los riñones las malditas/benditas pastillas. O sea, que no se crea nadie que los enfermos mentales no sufrimos. Sufrimos casi tres días por semana de los efectos secundarios de la medicación.
Paco y yo hacemos lo que podemos por nuestros padres pero hay cosas que nos superan, nos hartan y nos vuelven ansiosos. La vida de un enfermo mental es esa: sufrir de la mente, angustiarse, etc.
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