Cuando un escritor no sabe de qué escribir, hace una descripción con personajes y luego cuenta una pequeña acción o anécdota. Yo voy a describir una calle. Yo me asomo a esa calle desde un parque. La calle teóricamente es peatonal pero no dejan de importunar al peatón camionetas de reparto a los comercios y coches que aparcan impunemente en un rellano que hace esa calle antes de internarse paralela a la llamada Gran Vía, hasta la calle que lleva a Madrid. Por esta calle hay viviendas muy antiguas de la ciudad y sus habitantes son humildes, por no decir pobres. Esta calle alberga una tienda de ropa, una librería, comercios de extranjeros y la entrada a un centro comercial llamado Galerías Sanabria. También hay una agencia de viajes en declive, dos inmobiliarias y una manicura. Por supuesto, hay que mencionar el Dia, que es el pulmón comercial de esta calle por sus amplísimos horarios. Al final de la calle, a la derecha, centra el interés de jugadores una sala de apuestas y a la izquierda de la calle una casa de comidas-pastelería-panadería surge con sus cristaleras desde el interior. En esta calle, a veces, hay gentecilla de mal vivir y otras veces hay un anciano que entra en el Dia, compra un tetrabrik de vino y se lo bebe en una esquina, como si fuera un delincuente.
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