martes, 1 de noviembre de 2022

De una ciudad decadente y sucia iban tres amigos a otra ciudad de cultura y educación. Iban en coche. El conductor, un hombre serio y calmoso, callaba. Los otros dos amigos charlaban y contaban chistes. Al llegar a esa otra ciudad, uno de los amigos, el más gordo y expansivo, dijo que quería oír misa. Los otros dos amigos del gordo asintieron: donde iba uno, iban los tres. Se sentaron en una terraza y el amigo más enamorado de la poesía y más amigo de la cultura percibió que en esta otra ciudad había eso: cultura y decencia y civilización. Pasearon por la ciudad visitada y el amigo de la poesía y la civilización estaba encantado con los habitantes de esa ciudad, que iban con bufandas y hablaban de libros y no daban voces ni eran garrulos y feos de alma como lo eran los habitantes de la ciudad donde vivía. Fueron a misa, oyeron la homilía, al amigo de la poesía le pareció bien la misa. Fumaron un cigarro los tres en la calle y cogieron el coche y regresaron a la ciudad inculta, sucia y fea de alma donde vivían.

La palabra humana es el olor del hombre.

Así como hables, así serás considerado.


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