Obsesionado con un tema que no me deja parar la mente, voy a tirar la basura y después de hacerlo, me siento en un banco de la pequeña travesía llamada "Cervantes". Hay un pequeño homenaje al gran escritor que consiste en una lámina de metal que asemeja una hoja de un libro en el que están cinceladas las frases iniciales del libro del manco. Las leo, miro alrededor: no gente, solo un señor con el carrito de la compra vacío, un joven y unas sudamericanas que acaban de bajar de un autobús pasan unos tras de otros con minutos de diferencia. Pían los gorriones con fuerza, se sienten libres y sin impedimentos humanos y además están en época de procrear: el macho fuerte joderá con la hembra fuerte y el macho cojo también joderá pues hembras hay para aburrir y así, joderá todo el género gorrionil esta primavera. Cuando vengo de presenciar esta precaria naturaleza en lo alto de las acacias, me he calmado ya de mi obsesión y hablo con mi hermano Paco que está deseando burlar la norma del confinamiento y dice que se dará un paseo disimulado el viernes. Como he llamado a un amigo de la asociación y me ha contado que enseñó el carné de discapacitado a la policía y le dejó pasear, Paco quiere probar lo mismo.
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