Hoy sí que estoy mal. Me atrapan las paredes de mi casa como garfios insalvables. No sé qué hacer. No me gusta ya mirar en internet. Es una hartura que tengo de todo ya. Ya me he dado cuarenta paseos por el pasillo esta mañana. He ido por pan y he ido a comprar a ver si se me pasaba el mal estado de mi espíritu pero ahora por la tarde no me conozco.
Mi hermano me pregunta a ver si se me pasa, pero no hay remedio. El remedio sería un paseo de kilómetros para desentumecer las piernas y respirar aire puro. Estas paredes me están matando, me están reduciendo a un animal enfermo y desesperado.
Espero que mañana o pasado se me quite esta angustia. Escribirlo aquí me consuela de alguna manera porque doy forma a mi pensamiento: un pensamiento ahogado y limitado de mi piso.
Me he tumbado de dos a seis. No quería ver nada del mundo de afuera que no puedo tocar porque estoy encerrado.
Llevamos ya el día 20 de encierro y esto es como una tortura demoniaca.
Ojalá los días empiecen a pasar más rápidamente ahora que el virus esta menos beligerante.
Creo que mañana estaré mejor. Y el lunes, todavía mejor, más tranquilo.
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