Cantaban los gorriones o chillaban porque ya les había venido la época de celo. Volaban a lo loco los machos detrás de las hembras sembrando un ruido a la vez desagradable y a la vez inspirador. Las abejas zumbaban alrededor buscando libaciones de la inmensidad de flores que inundaba el campo. Así lo hacían también los abejorros cuyo zumbido era aun más ostentoso y alegre. La zorra paseaba por el campo con su andar sigiloso e inteligente, trotando a ver la ocasión de comer un conejo o arrebatar una presa del modo que fuera. La cigüeña recorría las charcas y hundía su pico largo para tragar ranas y culebras como si fueran aperitivos de un bar ensartados en palillos. El cuervo planeaba a favor del viento y tomaba nota de todo lo que veía. Su figura negra no daba mal fario sino que infundía inteligencia y admiración en el paisaje. Y así con todos los animalitos y vegetación que había alrededor de mí. Yo estaba maravillado de esa inteligencia creadora de Dios.
Dios no habla pero todo habla de Dios.
Y todo se jodió con el gobierno de Sánchez.
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