Hace falta tensión, necesitamos presión. Ni presión ni tensión. Y el que la busque para mí, va a salir dañado. No soy lo dócil que aparento porque no insulto y trato bien a todos, pero como alguno venga a por lo mío o a romper la paz que hay en mi casa, que se atenga a las consecuencias. Porque mi casa no la pisa ni Dios. Y menos los de mi familia. La voy a vender cuando estemos viejitos y haremos con el dinero lo que nos dé la gana, como sería donarlo a una fundación que estudie la enfermedad mental o a Cáritas o la lucha contar el cáncer. No para esos que han fundido cinco fortunas.
Mi casa:
todo lo que tengo y por la que mato o muero.
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