Los que no creen en Dios, creen en otra cosa u otras cosas. Lo malo es que se decidan por creer en el puto dinero. El dinero corroe las entrañas de aquellos que piensan una y otra vez en él desde por la mañana. El dinero deforma el alma, la convierte en un cartón recio y correoso que no acepta el consejo de los demás, la humanidad de los demás. Los que creen en el dinero miran las cosas así: esto me aporta dinero y esto me lo quita. No doy un pavo a nadie, allá se esté muriendo de hambre. Y van al bar sin él, para no perderlo. Y para que los invite alguno que no piensa tanto en el vil metal.
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