Atenazar el deseo de huir cuando uno no es libre, es un pecado que se paga con la vida. Porque ese que quiere huir, quiere también matar al que no le deja. La vida da razones de sobra para dejar de querer a los que siempre te han tratado mal. No los quieres ni ver, no quieres que te dirijan la palabra porque cuando te tenían que haber ayudado, no lo hicieron. Y ese pose de soberbio que dejaba el casco de la moto, decía hola, comía en silencio y decía adiós. Esos rasgos de desprecio iban contra todos. Lo único que no desprecian nunca es el dinero. Lo idolatran, lo desean con todas sus fuerzas. Son los reyes del céntimo. Sueñan desde siempre haber nacido ricos.
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