A veces leo la Biblia, el libro de la sabiduría, y me quedo entusiasmado de cómo el autor de ese libro valora que un hombre sea sabio. No erudito, sino sabio para el Señor. Yo he ganado cada euro que cobro, yo he ganado mi piso a pulso. Mi dinero y mi piso irán a parar donde yo quiera. Cuando sea viejo tomaré las oportunas medidas para repartir mi patrimonio. Igual que aquel coronel. He vuelto a leer "Fortunata y Jacinta", voy por la página 147. Qué bonitos personajes, esa Fortunata tan guapa y esa Jacinta que sueña con niños y no los puede tener. Le olía la boca a patata cocida envolvente.
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