Están abriendo bares junto a tu corazón y te han visto donando sangre a la puerta de misa. Son dos versos de Cristina Rosenvinge. Los hipócritas no son queridos de Dios, esos que enseñan una mano amiga y otra para traicionarte. Que piensan que son muy buenos o que los demás somos sus verdugos y se hacen la víctima. Van de organizadores y luego, de atropellados por los demás, maltratados, mártires de todo. Pero luego, se van de vacaciones y dejan al abuelo en tierra. Y no le acompañan. Y solo le acompañamos sus hijos que le quieren, no los nietos ni la hija que pasan de él.
El abuelo:
siempre pensando que no ha hecho nada malo.
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