Voy andando por Madrid con un paraguas rojo, en recuerdo de Azorín. Veo un hotel hermoso que da a Alcalá. Me siento en unas sillas de enea a tomar el aperitivo. Estoy estupendamente acompañado. Hablo de mi libro. Elogiosamente. La boca que tengo enfrente habla de mi libro con afán encomiástico. No es para tanto, digo. La boca tan preciosa que tengo delante lo compara con el Lazarillo. No es para tanto, repito. Luego hablo otra vez de mi libro. A este interlocutor le gusta mi libro. Entramos al comedor del hotel y comemos cosas sabrosas como foie y suquet de rape. Bebo agua, sigo hablando de otras cosas que no es mi libro. La lluvia cae desde el cielo de Madrid.
Reflexiona ampliamente y serás justo largamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario