Se acabaron los días en que yo, despreocupado, iba a Las Rozas andando, me sentaba en la terraza del Rodilla y escribía en una libreta historias que no acababan nunca. Ya he pasado a otras costumbres, a otros devenires, a otras preocupaciones. Por el camino han surgido reuniones de gente enfadada, mis padres cumplidores de años, tardes de estar con ellos viendo una película, cuidadoras y un sin fin de problemas a los que Paco y yo hemos respondido como hemos podido. Ya no volverán los días tranquilos. Ya no volverán las edades y costumbres y horas antiguas. La familia disfuncional en la que vivo me dará quehacer y pesadumbres.
Arrímate a los buenos y serás uno de ellos.
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