Acabo de escribir un folio y medio de una historia que estoy escribiendo que pasará a la posteridad de la historia de la literatura y ya me siento mejor. Poco a poco conseguiré, con mi esfuerzo imaginativo, que se me considere como un escritor cuyo nombre se verá impreso algún día en algún texto significativo. Por soñar que no quede. Yo seguiré escribiendo hasta que la industria editorial tenga a bien conciliarse con mis aventuras puestas en un papel. El genio es de pocos, el trabajo de muchos y hay genios que sin trabajo se quedaron en nada. He de esperar a mi hermano a que venga del hospital y a eso de las dos, coceré unas judías verdes con patatas y las aliñaré de modo conveniente para su deglución. La mañana se me está haciendo un poco larga; ni la radio, ni por supuesto la tele, que no he encendido, me distraen. Ahora escribo esto para que conste que mi trabajo sencillo delante de la hoja en blanco tiene lugar en cuanto me viene un pelín de inspiración. Queda dicho.
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