Ya he fregado la pila de cacharros del fregadero. Queda la segunda parte del contrato casero: unas berenjenas rellenas. La berenjena tiene resonancias quijotescas pues fue un tal Benengeli el que dictó a Cervantes el Quijote. ¡Qué obra! Por larga, casi nadie la lee. No sé cómo dicen que tiene tantas virtudes esta obra. A mí me dejó frío cuando la leí: sería que la leí en León, en casa de una prima y no había calefacción. Últimamente, los nombres de estos autores, Cervantes, Lope, Jovellanos, etc no me dejan más que un eco vacío. Me da que no hablan de mí ni de lo que me interesa aunque sean clásicos. En fin. Mientras fregaba ha caído un chaparrón primaveral la mar de bucólico. Parece que iba yo con Fantine, esa heroína huguesca pasando por valles llenos de verdor y la blusa le hacía una turgencia preciosa en los pechos, a la manera de la Mariette, como creo que se llama la que lideró a la plebe parisina en 1789 contra todo lo establecido. En fin. Voy otra vez a la cocina.
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