En el horizonte triste del ciudadano medio
hay colorines y sucedáneos del león africano.
Tras la película repleta de emociones, hay un cigarrillo que arde como arde la mano del mono del zoo.
En la encendida lectura de una novela
hay un momento en que no sabemos casi lo que somos.
Y así todo.
Pero tú, insigne navegante de internet, sigues erre que erre buscando acaso la piedra filosofal en una página web.
No obtendrás más que luminarias al fondo del camino
que lo confundirán y ya no llegarás a la ciudad.
Mirando las curvas de nadie en plena calle, nos perdemos en selvas de verde misterioso, de cálidas lluvias, de emoción sin cuartel.
Y eso es todo.
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