Mis horas
dan a la calle,
A un paisaje
de ciudadanos y farolas.
Pero la luz
que las alumbra es una bombilla famélica.
Mi inspiración
cogió carrerilla camino de Valencia cuando la playa se desnudaba.
Ya no hay
lucecitas ni lagartos por las aceras.
Quién sabe
si me hice muy mayor.
Mi prosa ha
caído tan bajo que parecen periódicos mis novelas.
Esperaré un
milagro: que las palabras digan que me quieren.
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