Mi vida y la de mi hermano gemelo no han sido un camino de rosas. Al revés, empezamos la carrera del sobrevivir a contrarreloj. Tuvimos que adaptarnos a una enfermedad de la mente bien pronto. Una enfermedad que hacía que delirases, alucinases y nos deprimiéramos más de lo que mis familiares y conocidos saben. Es dura una enfermedad mental. Hoy puedo decir que la tenemos más o menos a raya pero ha habido épocas malísimas en las que hemos sufrido Paco y yo y mis padres y la familia. La familia ha hecho cosas muy relevantes para apoyarnos cuando caíamos. Toda la familia se preocupó cuando teníamos una crisis e hizo cosas por nosotros. Luego vinieron unos años en que yo fui profesor y Paco, taxista. Y aguantamos lo que pudimos (unos veinte años). Yo creo que nos merecemos un descanso por aquellas depresiones profundas que pasé en el pueblo, aquellos ingresos de mi hermano, etc.
Las enfermedades del alma nunca se curan.
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