Una persona típica del siglo veintiuno, que había "triunfado en sus objetivos", que había "demostrado al mundo su valía", que era más quizá que los demás. Demostraba a cada paso que daba en su día a día que su orgullo y soberbia le hacían mirar al otro ( el otro, que los existencialistas decían era el opositor, el problema, y más ideas paralizantes de la convivencia natural del ser humano) con desdén, indiferencia y casi con asco. Pero esta persona flaqueaba en dos cosas que le hacían ser un personaje poco enraizado en su sociedad, como el personaje de El extranjero, de Camus. Era extremadamente supersticioso de tal manera que cualquier signo de la naturaleza, cualquier palabra que no le encajara o el comportamiento extraño de una persona o animal le descabalaban el día. Para asegurarse de que todo iría bien durante el día se leía por la mañana el horóscopo. Por otro lado, no soportaba los defectos de la gente con quien convivía y un profundo rencor le invadía día sí, día también. Por consejo de un amigo católico, empezó a leer la biblia y su carácter parece que se encaminó hacia unos derroteros más acordes con sí mismo y el resto de la humanidad.
Aportación de Francisco Moreno Herráez
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