La mañana trepa como una cucaña. Unos nos levantamos tarde porque no hay nada que hacer en la matutina sucesión de las horas; otros han madrugado lo suficiente para atrapar la lombriz, como hace el pájaro temprano, según dicen los ingleses. La vida corretea por encima de la piel como una culebrilla de cristal; después las ropas nos arropan la culebrilla y el frío que pueda hacer. La gente sigue erre que erre viviendo, que es lo que sabe hacer, aunque a veces, a algunos la vida les viene ancha, como una prenda que estorba las mangas abajo. La pena es no poder vivir la vida como uno quiere y tener que conformarse con el paisaje y el cielo de ayer. Pero bueno, qué se le va a hacer. Hay que dar un paseo muy largo para ir dejando detrás pensamientos torpes, aleluyas fríos y las canciones tristes de la resignación.
La vida no da para mucho si se es pobre. Lo justo para ir tirando. Madrugar es la consigna y ahorrar es lo mejor que se puede hacer por si se cruza la desgracia en tu camino.
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