Me llama mi hermana diciendo que hoy, día de la Constitución, lunes, nos tenemos que quedar esta tarde con los padres. Que ella les da de comer y se va. A mí no me importa pasar la tarde con mis padres; al revés, no tengo mejor cosa que hacer. Pero mi hermano y yo, el puente de Todos los Santos, que cayó en lunes, nos lo pasamos con nuestros padres entero. No veo yo que mi hermana sea especial y tenga que evadirse de su turno. Pero bueno: como dice mi psicóloga: mi hermana nos mete la confusión en el cuerpo y nos sometemos a sus mandatos, aunque sean arbitrarios y de poca lógica. En fin, pasaremos la tarde Paco y yo turnándonos y veremos alguna película o lo que haya en la tele, que es lo único que entretiene a nuestros padres. Yo iré a eso de las 3:30 y me pondré a charlar o a aburrirme en casa de mis padres o a ver la tele. La verdad es que aquí se saltan a la torera los turnos y no hay más que hablar. La tarde está triste, ¿qué tendrá la tarde? La tarde no tiene sol que le alumbre, ni perrito que le ladre.
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