Hace un año o dos, mi hermano y yo nos gastamos una pasta en regalos para la familia (todos tuvieron su perfume). Y todos parecían contentos con su frasco. Llegado el día de nuestro cumpleaños, he aquí lo que recibimos por regalo: de mis sobrinos de parte de hermano, dos tazas y unos caramelos asquerosos. En las tazas ponía "sonría por favor" o algo así. De parte de mi hermana y mi cuñado y su hijo y nuera, un vale con el que comeríamos en Valladolid comida extraña. Este regalo fue más novedoso, porque así visité Valladolid y me lo pasé bien pero la comida dejó mucho que desear. Le agradezco el regalo a mi hermana y a su familia porque hizo que Paco y yo viajáramos aunque sea un poco y disfruté de las calles de tal capital castellana todo lo que pude. Me vino bien ir en autobús viendo pueblos, vi la estatua de Zorrilla, vi el parque tan bonito, compré libros de lance... A la hora de comer solo recuerdo que, al ponerte el plato, el camarero explicaba qué ibas a comer. Lo más gracioso que oí fue: "esto es cabra, primo del cabracho, con reducción de tomate y emulsión de perejil". Yo regalaría algo a la familia de mi hermana porque se lo merecen. Pero creo que no haré ningún regalo más. Un dato más: nunca me han preguntado ni mi hermana ni mi cuñado qué tal por Valladolid o qué tal lo que comimos.
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