El otro día mi hermano Paco y yo oímos una entrevista a Benjamín Prado por la radio. Novelista, poeta y articulista de El País. Entonces empezamos a hablar de literatura y de mi novela, "La africana". Decía Paco que mi novela tiene moldes decimonónicos, o sea, del siglo XIX. Y yo le decía: pero tiene lógica. Mi hermano decía que en la actualidad se lleva el absurdo porque la vida moderna es absurda y que yo tenía que escribir para gente que se podría comprar un libro; o sea, gente cincuentona. A esa gente mi hermano la llamaba target. Yo le dije a mi hermano que leí una novela de Benjamín Prado y no era absurda, era ilógica, que es distinto. Si el libro ese que leí era una novela, yo soy obispo de Pamplona. Y luego le dije que yo hice una prueba. Fui a una biblioteca y cogí cuatro novelas de Millás. No había quien las aguantara. Unos bodrios auténticos. Que si ese era el absurdo de hoy en día, yo me quedo con mis novelas decimonónicas que tienen su sentido. Y que aquí, mientras tengas un nombre, todo se vende, hasta el absurdo ilógico de las novelas de estos novelistas.
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