Esto de escribir es como un trabajo. A veces está uno inspirado y metido en faena y se te pasan las horas de escritura volando y le has hecho pasar al personaje más aventuras que en todos los días de la semana. Es como ser taxista. Unos días se coge el volante y no se tienen ganas de conducir y todo va como a remolque y de mala manera. Otros días, uno ve el trabajo como con alegría y se va charlando con el cliente y se pasan las horas divinamente y dando las curvas que es un primor. Lo mismo con los albañiles, ingenieros y los curas. Pues el escritor, igual. Hay veces que la historia no va, no sale lo que uno pretendía para el personaje y lo que sale es deslucido y triste y rebaja al personaje a niveles de fotonovela y las palabras no tienen el relumbrón que precisa una novela que quiere ser éxito de ventas o aupar a su autor al púlpito de Estocolmo.
Puribus rebus, lo que hay que hacer es intentar serenarse y aguardar a mejor ocasión, no vaya a ser que se desfigure tanto la historia y el personaje que no haya ya quien los conozca. Espero que esta semana me vaya mejor y algo haga que me catapulte de esta situación pasota en la que estoy y me ponga a crear lo que sea y no me canse de mis creaciones. Si pierdes la fe, la encontrarás en otro momento.
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