Lo único que saco en claro de estas fiestas es que he engordado. Al menos tres o cuatro kilos, sino más. El espíritu de la Navidad yo no lo he sentido por ninguna parte. Lo he echado un poco de menos pues yo, por estas fechas solía estar de buen humor y como encandilado por lo que significaban (se supone que amor al prójimo) y un poco de fantasía literaria que traían de la mano pues la Navidad es muy literaria, se supone que pasan cosas fantásticas en Navidad, muy sentimentales, encuentros, amores, humanidad en grado sumo, etc. Pero esta vez lo que he sentido es muy carnal: un engordamiento que he detectado en los últimos días, cuando me iba a acostar. También he fumado mucho y hay que tomar medidas: comida ligera y fumar menos o dejar de fumar.
En fin, que la Navidad ya no trae esos sentimientos bonitos de otras épocas en que esperaba yo que me sucediera algo a tener en cuenta o se me ocurriera, llevado por esa mística navideña, una historia muy bonita que sucedía en la calle y casi llegaba a los cielos. Ni ha pasado nada, ni se ha sentido algo especial, ni ha nevado, ni un pobre ha venido a cenar a casa. La soledad del alma es lo que hay que esperar cumplidos ciertos años.
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