En estos fríos invernales en los que la poesía se mete en el trastero y no sale porque el sol que es su amigo ha claudicado, ha cedido su poder a las nubes, la nieve y el viento, no se me ocurre nada. Nada parece ocurrírseme después de escribir de política y de novelas. Llevo encerrado en casa toda la tarde. He hecho conejo al ajillo y una tortilla para pasar la tarde amenamente. También he escrito un poco la novela para que no se queje del abandono de su autor. Tiene que aparecer la heroína, esa chica tremenda que lo pondrá todo patas arriba. El mundo da muchas vueltas pero ninguna la da para mí. El mundo para mí no es redondo sino que va en una continua línea recta aburridísima. Eso es el mundo para mí. Es como un círculo que se repite. Es como un donut mañanero en la tienda de los chinos: siempre está ahí. Es como un niño que va siempre a la escuela y nunca hace novillos: nunca sabe qué ocurre fuera del colegio. Qué aburrimiento. Dos y dos son cuatro eternamente. El mundo para mí son matemáticas.
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