Vengo hoy domingo de El Escorial con Eva. Hacía un frío que espantaba pero nos hemos dado nuestro paseo dominical. Hemos hablado de temas desagradables y hemos hecho el pacto de callarnos hasta que hemos llegado al café Miranda y allí por fin ha llegado el buen humor comentando las noticias del periódico. Ayer sábado íbamos a ir a Horcajo de la Sierra, que está en la carretera de Burgos pero nos hemos rajado.
Eva no para de hablar de su trabajo y yo de mi aburrimiento. Me aburre la vida, me aburren las horas blancas y lentas como mariposas blancas y lentas. A Eva le exaspera su jefa y sus compañeras de trabajo. A cada uno, su castigo. Como decía el camarero de mi pueblo, que estaba a la puerta del bar, pendiente de la parroquia: "un castigo como otro cualquiera". Parece que vivimos castigados por ser meramente seres humanos que no nos organizamos bien. Existe el trabajo, existe el placer pero no existe algo que nos tenga tranquilos sin mover sentimientos agrios. Deberíamos los seres humanos vivir con toda la tranquilidad del mundo pero no podemos. Estamos castigados. Si tienes que trabajar, hazlo con alegría para que dure menos
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