Pasa el bramido de los coches,
ladrillos, paran la mirada los ladrillos.
El escenario irrita. Un tobogán,
arena en el suelo, el pasillo de unas viviendas
que hacen intuir gentes que no se ven.
La ciudad se alza para producir lamentos.
Las aceras registran pasos colmados de decepción.
Nace el horizonte y muere en el mismo instante.
Me tengo que quedar mientras el mar engorda mi envidia.
Otro atardecer me esta vedado
mientras viene uno muerto ya de la mañana.
Me tengo que quedar, mis ojos cansados del ayer
y cansados de la mañana de hoy.
Me tengo que quedar y otros han huido.
Me tengo que quedar y ya no hay nada.
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