El ser humano se jacta de lo que puede, presume de cualquier rasgo que le haga diferente a los demás. La pertenencia a un grupo también da para la presunción. Lo malo del asunto es que ahora, de lo que se enorgullece la gente no suele valer un pimiento, no supone un esfuerzo personal. Por ejemplo, ser del Real Madrid.
No creo que cueste mucho ser del Real Madrid y la gente está muy orgullosa de ser del Real Madrid o del Betis. Podría estar uno orgulloso de ser de Cáritas pero si uno que es de Cáritas cuenta lo que hace en Cáritas enseguida aburre. Lo mejor es contar diez veces una falta que le hicieron a tu delantero favorito. Eso sí que mola. Y llamar hijo puta al árbitro y decir alegremente que al equipo contrario siempre le favorecen. Así funciona la tontuna del fútbol y seguirá funcionando: porque se basa en un orgullo de ser de algo.
Yo siento orgullo de haber hecho una carrera gracias a mis esfuerzos y no alardeo de ello. No es que no quiera, es que no hay ocasión para hacerlo. A nadie le importa la literatura ni el idioma que hablamos.
Yo me siento orgulloso de estar haciendo una novela. Pero tampoco puedo fardar de ella, ni del esfuerzo que me lleva porque tampoco encuentro eco en nadie de mi alrededor a quien interese.
Seguro que si me hago ferviente seguidor del Real Madrid o de una serie de televisión empezaré a tener unos minutos de reconocimiento entre mis conocidos porque tendré los mismos gustos de los que estar orgulloso y satisfecho como lo están ellos.
Pero no. Yo seguiré orgulloso de escribir día a día y leer buenos libros que para eso me eduqué y si no tengo motivo de orgullo en esta sociedad por esos gustos tan raros pues no seré orgulloso pero seré sincero con lo que yo quiero ser y hacer.
Lo malo es que hay muchos del Real Madrid y el fútbol lo puede todo.
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