domingo, 31 de marzo de 2013

El miércoles 27 de Marzo ponen a mi madre un marcapasos de resultas de un ataque al corazón que tuvo hace ya unos años. El Jueves santo paso toda la mañana en el Hospital. Compruebo que mi hermano mayor, otrora alcohólico y hoy enfermo de cáncer con la laringe seccionada está intratable. Este mismo jueves, a la hora de comer, dan el alta a mi madre. Ayudo en casa a mi hermana mayor a hacer la comida. Esperamos al modorro de mi sobrino para comer. Mi novia me comunica que su abuela ha muerto por la tarde.
El viernes santo voy de entierro a Pozuelo con mi novia y su madre. Una pena porque la madre de mi novia no se habla con la familia de su hermano. Da un poco de tristeza pero yo estoy allí por mi novia, por nadie más.
El sábado santo toda la familia tiene que aguantar la poquita educación de mi sobrino: decía que no iba a venir a comer y nos hizo esperar a toda la familia porque sí vino. Ayudo a mi hermana a recoger pero me niego a hacer café. Me voy al Retiro. Subo por Atocha. Llego a la Plaza Mayor. Ando más hasta Moncloa. Me dirijo al Kentuky. Dice mi novia que va a salir y luego me llama para decirme que ya no sale (no es la primera vez). Veo a Becerra en el Kentuky, hacía mucho que no le veía. Nos reímos mucho. Me voy a acostar. Tardo bastante en dormirme. Tengo que tomar pastillas.
El domingo estoy bastante tranquilo pero me he enfadado con mi novia. La llamo por la mañana y le digo que esta tarde no voy a salir. Como bacalao al pil pil muy rico. Hago café. Me voy a casa y me tumbo un rato. Llama mi novia e insiste en que la acompañe a dar un paseo. Le digo que no. Me voy a las Rozas con paraguas, me como un bocadillo de jamón y una cerveza. Voy al Kentuky. Voy a ver a mis padres. Escribo esto. Por fin se ha acabado la puta semana santa.

sábado, 30 de marzo de 2013

Primero arruinó a sus padres. Después arruinó a sus abuelos. Quiso arruinar a un tío suyo pero supo darle largas. Entonces probó con sus amigos pero huyeron de él. No eran sus amigos. Sus fiestas no tenían fin. Los coches que compraba cada vez eran más rápidos. Los viajes eran cada vez más exóticos. Se estaba quedando solo con su dinero. En el fondo era muy pobre, pero sus camisas decían lo contrario a la gente.
Poco a poco, tuvo una piedra por corazón. Se portaba con un egoísmo cruel como la primera vez que maltrató a su padre y convirtió a su madre en su esclava.
Se le ve siempre por las mejores zonas, de compras, de coctail, impresionando como el trueno, preocupado por dar el pego.
Sus maneras ocultaban litros y litros de hipocresía que le corrían por las venas. El que no le conocía bien decía que era muy agradable. Sus víctimas sentían temor al recordarle.
Fue siempre muy sutil pero latía en su corazón el pulso del psicópata. Frío, calculador, nunca decía una palabra que no tuviera un beneficio o rebajara al que tenía enfrente.
Dejó casi de hablar, se movía como un reptil, todos sus gestos recordaban el movimiento lento de los ofidios.
Olía el dinero, pasó a ser su lenguaje más reconocible pero nunca tuvo la ambición de ganarlo, sino de exigírselo al débil.
Lo fue perdiendo todo para ir ganando sólo él. Impresionaba verle entrar en la discoteca de moda vestido como mandan las revistas de élite.
Ya no supo ganarse la confianza de nadie. En su trabajo era eficiente, de gestos expeditivos. Los monosílabos le ayudaban mucho a no decir nada y nunca dio una respuesta clara a lo que se le preguntaba.
Llegó un momento en que nadie que le conociera sabía cómo era su vida. Era un cofre lleno de egoísmo con más llaves y candados que su propia mente enferma. 
No supo nunca hacerse viejo. No se supo hacer querer. En realidad, solo le quiso su familia hasta que cumplió quince años y empezó su dominio frío y fiero.
Cuando estabas cerca de él, su cuerpo no decía nada, su boca no decía nada, su mente no estaba allí contigo.
Aún no ha muerto pero lleva mucha muerte encima. Camina pausado, su mirada es fría, sus gestos lentos y desdeñosos evitan una comunicación real. Viste muy bien. Es lo mejor que hace. Si te le encuentras, él será amable pero enseguida verás la falsedad que hay debajo de sus ropas carísimas.
Yo fui su amigo y desde que dejé de verle pienso en el asombro que se me quedó en el cuerpo por la naturaleza humana.





viernes, 29 de marzo de 2013

El rezo es el agua que horada la piedra. Este pensamiento se iba repitiendo en la cabeza del franciscano.
El dinero viene de la mano de la paciencia. Este pensamiento lo guardaba tarde tras tarde el mercero detrás del mostrador.
El cuerpo sin vicio atrae el deseo. Esto decía Loli "la tetas" todas las noches para su propia conciencia mientras se lavaba el germen de todas sus ganancias en una palangana.
Enseñar es poner orden en la explicación. Esto lo decía Mariano el de matemáticas aplicado en el libro de fórmulas.
Pero suele pasar que si no tenemos orden en nuestras vidas se aleja la paciencia, se pierde la fe, se convoca al vicio y termina por no funcionar nada.
Y cuando no funciona nada surten los problemas como de una fuente monumental y todo se desborda como si no hubiera quicio.
Hay una chica que me sigue los pasos a cambio de un beso y una promesa. Yo también ando a su lado y en las plazas de Toledo la agarro de sus trenzas de oro y juego con ella. Luego subimos al hostal y seguimos jugando y después tomamos un café mientras ella cuenta cosas muy serias y yo tengo que poner cara de atención y como si me diera pena.
Luego cruzamos las plazas grandes de Cádiz, cruzamos las largas calles de Oporto, cruzamos avenidas históricas de Lisboa y nos tumbamos en playas del oriente de las paellas. El agua salada brinca sobre nuestros cuerpos mientras yo la cojo de las caderas y le digo dulcemente que si no tuviera piernas podría pasar por sirena.
Un día, a esta chica se le murió la abuela, que estaba en una residencia, oronda como una naranja, con la cabeza perdida que ya no la encontramos y la enterramos un jueves santo que llovía casi sin querer.
Y la chica volvió conmigo a pasear por la Gran Vía y a veces nos dábamos la mano.
Esta chica y yo dábamos muchas voces por las calles porque no nos entendíamos y yo la llamaba esto y ella me llamaba lo otro y luego nos volvíamos muy tristes hasta que la ausencia lloraba e íbamos con el pañuelo a limpiarla las lágrimas y una vez juntos subíamos al hostal que tenía una cama y luego otra vez nos poníamos serios con la cara pintada de amor.
Un día, en la calle Arenal, parecíamos enemigos pero hicimos las paces al llegar a Callao.
En fin, lo nuestro ha durado porque cuando nos quedábamos solos la aguja del reloj se quedaba como muerta. 

miércoles, 27 de marzo de 2013

La vida del taxista es azarosa: lo mismo monta en tu taxi un borracho que tiene una querida esperándolo para darle cama y pagarle la carrera que puedes montar a unos moros que no saben dónde van o una prostituta que amanece con su quimérico negocio al aire en el asiento de atrás.
La vida del cantante está lleno de viajes por carretera y por las narices, de canciones que les llenan de gloria y de actuaciones a las que nunca pondrán fin si son buenos y la suerte les acompaña. La radio les ayuda repitiendo lo dicho ante la gente.
La vida del profesor está llena de cabecitas que tiene enfrente a las que hay que enseñar el currículo oficial. Todos miran a ver qué vas a decir y cómo lo dices y si eres simpático o un cardo borriquero. Pero si ellos aprenden, tú te quedas satisfecho y te suelen recordar por mucho tiempo por el tiempo compartido con ellos con la pizarra por bandera.
La vida de escritor es estar mucho rato enfrente de una página que hay que rellenar y que aquello marche. Unas veces, lo que has escrito te parece una historia mejor que la Biblia y otras veces piensas que has soltado un rollo que no va a gustar a nadie porque no tiene el nivel requerido. De una manera u otra, todos los días que  puedes, te sientas y escribes porque allí has puesto tu fe.
El vendedor vende con un sonrisa por delante, el camionero aguanta la rosca sin remedio, el paleta soporta frío y calor en la obra y así va todo, jodido pero cumpliendo.

lunes, 25 de marzo de 2013

El ser humano se jacta de lo que puede, presume de cualquier rasgo que le haga diferente a los demás. La pertenencia a un grupo también da para la presunción. Lo malo del asunto es que ahora, de lo que se enorgullece la gente no suele valer un pimiento, no supone un esfuerzo personal. Por ejemplo, ser del Real Madrid.
No creo que cueste mucho ser del Real Madrid y la gente está muy orgullosa de ser del Real Madrid o del Betis. Podría estar uno orgulloso de ser de Cáritas pero si uno que es de Cáritas cuenta lo que hace en Cáritas enseguida aburre. Lo mejor es contar diez veces una falta que le hicieron a tu delantero favorito. Eso sí que mola. Y llamar hijo puta al árbitro y decir alegremente que al equipo contrario siempre le favorecen. Así funciona la tontuna del fútbol y seguirá funcionando: porque se basa en un orgullo de ser de algo.
Yo siento orgullo de haber hecho una carrera gracias a mis esfuerzos y no alardeo de ello. No es que no quiera, es que no hay ocasión para hacerlo. A nadie le importa la literatura ni el idioma que hablamos.
Yo me siento orgulloso de estar haciendo una novela. Pero tampoco puedo fardar de ella, ni del esfuerzo que me lleva porque tampoco encuentro eco en nadie de mi alrededor a quien interese.
Seguro que si me hago ferviente seguidor del Real Madrid o de una serie de televisión empezaré a tener unos minutos de reconocimiento entre mis conocidos porque tendré los mismos gustos de los que estar orgulloso y satisfecho como lo están ellos.
Pero no. Yo seguiré orgulloso de escribir día a día y leer buenos libros que para eso me eduqué y si no tengo motivo de orgullo en esta sociedad por esos gustos tan raros pues no seré orgulloso pero seré sincero con lo que yo quiero ser y hacer.
Lo malo es que hay muchos del Real Madrid y el fútbol lo puede todo.
Recuerdo un día en Madrid en que salimos todos los de la carrera a tomar algo por sus calles. Había una chica cuyo cuerpo alucinante  se regodeó ante mis ojos hasta la noche, en que me tuve que ir a mi casa. La chica era muy agradable en su modo de hablar, era muy sencilla y no sé si era consciente de su poderío como mujer. No sé de dónde salió ese día, era amiga de un amigo y no sé dónde se metió desde ese día pues no la volví a ver por la facultad pero el mimbre de su cuerpo ese día exhibido como una perfección casi alada perduró y perdura en mi memoria hasta el día de hoy. Fue verla aparecer, con sus vaqueros ceñidos y su blusa corta allí, al pie de la entrada de la facultad y trastornárseme todos los sentidos y desearla toda la tarde y toda la noche que estuvimos dando vueltas. En aquellas épocas se hablaba de proyectos, de exámenes, de profesores y todo el mundo quería ser original en lo que decía para hacer reír e impresionar. Nos asomábamos al mundo de los demás y cualquier rasgo personal nos parecía algo extraordinario. No teníamos acceso al trabajo la mayoría y desconfiábamos del mercado laboral que nos esperaba pero éramos felices diciendo gracieta tras gracieta a ver cómo se pasaba el tiempo.
Recuerdo los pasillos enormes de la facultad en los que nos topábamos los compañeros que íbamos de una clase y otra y cómo nos reíamos por cualquier cuestión.
Las chicas que yo vi desde aquella tarde noche pasada por el centro de Madrid en la facultad no le llegaban a esa chica ni  a la suela de los zapatos, no sólo por lo contrahecho de sus cuerpos (tapones, barriles, zancudas, escurridas, feas de cojones) sino también por la magia que despertó en mí, magia que no la volvió a despertar ninguna chica más pues ya se sabe que en Filología follar no era un pecado sino un milagro. No sé lo que será ahora follar ni las chicas que habiten esa facultad pero en mi época no dudábamos en calificarlas de monjitas con mal cuerpo.
Lo que sí echo mucho de menos es esa alegría natural que había entonces y que no he vuelto a encontrar. Nos reíamos de todo y a todas horas y todo lo encontrábamos interesante, menos a las monjitas de mal cuerpo, claro.
Y así pasaron unos seis años estudia que te estudia, entre libros y apuntes, echando horas en las clases y en casa hasta que me licencié pero no me eché novia ni nada que se lo pareciera porque allí, en esa facultad, la vergüenza podía más que los ojos y los ojos no veían más que recatadísimas deformidades feas, feas, feas y la que era guapa, siempre tenía novio. Yo conocí a dos en ese caso.
Y lo malo es que no supe nunca de dónde salió esa chica con la que fui a tomar una coca cola a Huertas esa tarde noche.

sábado, 23 de marzo de 2013

La lluvia paciente fecunda los campos.
Es de noche a las afueras de la ciudad.
Un hombre sin capa, solo con sus ropas
va andando por los caminos lejanos.
No se sabe dónde va, cuál su propósito.
No está desesperado, tampoco loco.
Se ha instalado en su alma divina
la semilla blanca de la libertad.
Quiere recibir la lluvia, pura lluvia
por todo su cuerpo
hasta quedar harto de eternidad.
y anda feliz, la humedad le transita,
sus pasos no tienen fin alguno
como el primer hombre del mundo
que anduvo por la tierra
descubriendo la hierba, las nubes y el sol.
Este hombre tranquilo, este hombre dichoso
ha llegado a su casa empapado y solo; 
se ha secado, se ha vestido, ha cogido un paraguas
y se ha ido derecho al bar a beber
y ha contado a la gente 
que ha andado esta noche 
por el campo solo debajo de la lluvia
y ha sido feliz por primera vez.
Y cuando ya tarde se acostaba
un aroma de lluvia aún le acompañaba.


viernes, 22 de marzo de 2013

Pasa el bramido de los coches,
ladrillos, paran la mirada los ladrillos.
El escenario irrita. Un tobogán,
arena en el suelo, el pasillo de unas viviendas
que hacen intuir gentes que no se ven.
La ciudad se alza para producir lamentos.
Las aceras registran pasos colmados de decepción.
Nace el horizonte y muere en el mismo instante.
Me tengo que quedar mientras el mar engorda mi envidia.
Otro atardecer me esta vedado
mientras viene uno muerto ya de la mañana.
Me tengo que quedar, mis ojos cansados del ayer
y cansados de la mañana de hoy.
Me tengo que quedar y otros han huido.
Me tengo que quedar y ya no hay nada.
-¿Tú crees que ha sido por envidia?-le decía su compañera mientras andaban hacia su casa.
-No sé-contestaba Julia con el moretón en la mejilla reciente. Las lágrimas ya habían desaparecido y andaban deprisa, como si hubiera pasado alguna desgracia.
Las dos anduvieron hasta llegar a un parque y allí Julia quiso descansar.
La compañera de Julia había presenciado casi toda la escena y quería indagar hasta tener la escena completa de boca de Julia aunque esta, ahora lo que necesitaba era tranquilidad, así que su compañera se calló y comentó el mal día que había hecho, para ahuyentar el mal rollo que llevaban las dos.
-Menudo frío hace-dijo Julia y sin saber por qué se rió.
Al ver la compañera el primer síntoma de alivio en Julia, quiso saber:
-¿Pero tú le pegaste o algo?
-Nooooo. Julia parecía desear contar la historia entera por fin así que miró de frente a su amiga y empezó:
-Tú llegaste después que yo y yo estaba hablando con él de su ex. Entonces él empezó a decir y hacer cosas raras y empezó a meterse conmigo pero con buen rollo, de bromas y es cuando llegaste tú y me saludaste y te pusiste con Jaime, que estaba solo. Bueno, pues justo cuando te sentaste con Jaime, siguió con la broma, cogió el vaso de tubo y me dio con él en la cara. Yo le llamé gilipollas y salí fuera y luego saliste tú y Jaime, aunque Jaime se quedó. Yo me quería venir a casa. Por cierto, me he ido sin pagar.
Las dos rieron con ganas.
La compañera de Julia se preguntó:
-¿Y así quiere este tener clientes?
-Va, déjalo, está gilipollas. Desde que está solo no se aguanta ni él.
-¿Mañana no vendrás, no?
-¿Y qué hago? Mañana está Loli y toda la peña.
-Bueno, haz lo que quieras. Pero que te pida perdón.
-Sí, es verdad. A ver.
Las dos llegaron a casa de Julia. Vieron una peli. Sacaron las tripas a Ricardo, el dueño del "Moby Dick". La compañera de Julia se marchó a su casa muerta de risa. Julia se acostó con un sentimiento de extrañeza por el cuerpo pero durmió bien.
El ir viendo que la gente es gilipollas según pasan los años es cosa muy común. Parece que nadie es capaz de conservar unos hábitos buenos inculcados por sus padres o por un par de profesores buenos  que se tuvieron en la escuela.
El caso es hacer ostentación de unas cualidades pobres, que no entiende nadie como el orgullo adquirido a costa de haber hecho siempre lo mismo aunque aburra a los demás y lanzarlo estúpidamente a la cara del prójimo como si fuera una jactancia.
¿Es que no se dan cuenta esos fantasmas de que no nos importan sus aventuras sexuales de las que alardean hasta convertirlas en caricaturas o de sus logros profesionales que no dejan de ser más de lo mismo?
La gente lo que quiere en el otro es una conversación educada y respetuosa, no jueguecitos estúpidos como "yo he hecho", "yo soy tal" "a mí no me engaña nadie" y esas gilipolleces de niño que no ha crecido.
En fin, gilipollas los hay en todos los lados; parece ser que la habilidad que se impone estos días es saber evitarlos. 
Por el campo no había nada que me diera consuelo. Sí, había tranquilidad, pero esa misma tranquilidad me ponía nervioso. Sabía que faltaban pocos días para que empezaran las clases y yo no dejaba de dar vueltas a lo mismo.
Así que volvía a casa e intentaba enfrascarme en una lectura si me dejaban precisamente los ocupantes de la casa: mis sobrinos, mi hermano mayor, siempre dispuesto a tomarse un botellín y charlar de estupideces o mi hermana, que me daba la tabarra precisamente porque no salía de casa. Mis padres me dejaban en paz porque sabían por lo que estaba pasando. En otras ocasiones ya me vieron preocupado por el tema de las clases.
Yo no quise hacerle nada al chiquillo aquel pero se me fue la mano. No había manera de que se estuviese quieto y me hartó. Luego vino la queja de los padres, la inspección...yo me puse muy nervioso.
Mientras leía una de Eduardo Mendoza en mi habitación, veía el rostro de ese maldito niño, su cara encolerizada y su dedo índice señalándome como si yo fuera un criminal.
Sólo dentro de cuatro días, volvería a ver a ese niño que seguramente se crecería en clase y haría su santa voluntad esta vez sin que yo pudiera cruzarle la cara como se la crucé. Y eso me daba miedo porque una clase indisciplinada es un infierno diario.
Esta noche iré a la discoteca a contarle a Ramón lo que me ha pasado, a ver qué me dice aunque la solución no la tiene nadie.
Lo veo todo muy negro pero hay que seguir por el sueldo. Si aguanto este año, al que viene puede que me saque ya la oposición. Maldito Jonathan Ramírez Izquierdo.

miércoles, 20 de marzo de 2013

De la plaza al bar, en el pueblo, sólo había que ir bajando por la calle real una cuesta no muy empinada, flanqueada a cada lado por puertas de corralones, puertas de casas ya abandonadas y un solar que llevaba mucho tiempo sin empleo alguno más que servir de urinario improvisado para los borrachos de última hora de la noche.
Yo estuve allí una semana en que bajé aquella cuestecita siempre después de comer para echar una partida con los viejos del lugar.
Había dos viejos que tenían un humor de mil demonios y estaban enfrentados el uno con el otro. Por un lance del juego proferían mil insultos y juramentos y siempre parecían llegar a las manos.
Uno le echaba en cara al otro que tuvo que vivir en ese pueblacho toda su vida pudiendo ser rico y haberse ido a las Canarias si no hubiera sido porque el otro viejo se había quedado con la herencia de un tío común al que ese viejo engañó para quedarse con todo su dinero. No le perdonaba el hecho. "Ojalá te pudras tú y el dinero que robaste" era de lo más bonito que le dedicaba a ese viejo que arremetía llamándole al otro envidioso y criminal porque le acusaba de haber matado a su mujer.
Así en cada partida. Pero el aburrimiento que sufriría al quedarme en casa me hacía ir cada tarde a la partida aunque se produjeran estos enfrentamientos desagradables a todas luces.
Un día bajaba yo la cuestecita y entré en el bar y allí no había nadie. Carmen, la dueña, me informó: habían encontrado muerto esa mañana al viejo que heredó del tío supuestamente con engaños con un cuchillo de cocina en el cuello.
Se formó un revuelo todos los demás días y la Guardia Civil detuvo al otro viejo. Yo no tenía dónde ir en quince días así que me tuve que quedar sin partidas y di en darme paseos por el campo menos cuando llovía.
Se pasaron esos quince malditos días y volví a la ciudad, a seguir con mi trabajo.
Pensé mucho en esos viejos. Yo no tenía a quién echar la culpa de mi pobreza más que a mí mismo. Cuando me metía en el metro para ir a la oficina se me aparecían las caras de los dos viejos y me daba un poco de repelús.

sábado, 16 de marzo de 2013

Era el puente de San José. Ya el viernes por la tarde se marcharon muchos. El sábado me fui dando cuenta de que no había niños por la ciudad, no había gente joven. El sábado por la tarde ya no vi más que viejos. Fui a tomarme una hamburguesa y una señora de sesenta años me atendió. La hamburguesa sabía a soledad en la sala abandonada. Vi el telediario: Valencia era una fiesta completa. Oí petardos y gente riendo, una masa inmensa de gente riendo. Cené lo que compré ese sábado por la tarde en el supermercado todo repleto de viejos que huían de la soledad y el frío. En la tienda de charcutería había animados grupos de ancianos comentando el tiempo y el mundo que les había tocado vivir. La cajera debía de tener setenta años, estaba sorda de un oído y arrastraba un poco la pierna.  Yo rezaba por que fuera ya martes y volviera la normalidad a la ciudad. Por la noche me dirigí a un bar a las afueras que regentaba un anciano. El y yo solos fuimos hilando una conversación malherida, llena de envidia a los ricos y a los que estaban en Valencia pasándolo divinamente. "En Valencia, las mujeres son más guarras", dijo el viejo, "y por estas fechas más". Me vinieron ganas de irme a Valencia con el último dinero ahorrado y allí vivir de la caridad. Pero no fui. El domingo fue una tortura, mirando todo el rato el reloj. El lunes me fui a correr en chándal, cosa que no hacía desde los veinte años. El martes empezó a venir gente y llenarse las plazas de aparcamiento. La ciudad era otra. Por fin mi corazón empezó a latir al compás de pitidos y gritos.
En los sitios de copas la gente se aburre,
están hartos de hablar de la prima de riesgo
de enfermedades del tabaco,
de uno que se ha muerto,
de los exámenes finales,
de las finales de fútbol, del final
y principio del día.
La gente se aburre en los bares de copas.
La crisis hace mella en los ánimos,
se palpan la cartera y descubren tristemente
que solo les queda para pagar una cerveza más
y a casa.
Se aburre la gente frente a su cerveza.
Cuarentones con crisis quizás solterones
intuyen la hembra cuando entra en el bar,
miran qué guapa, que sexy, que buena sería
y se van a acostar después de hablar de ella,
de sus atributos, de su falda corta.
La gente se aburre bebiendo cerveza en el bar.

No estaba deprimido ni contento. Le daba igual que lloviera o que hiciera sol. Cualquier noticia le traía al fresco. Se sentía mal por no sentir nada. No sabía que tipo de anestesia vital se le había fijado en el alma. Tenía, eso sí, unas ideas difusas sobre viajar y cambiar el escenario habitual por el que caminaba todos los días.
Se estaba leyendo por las noches la historia del imperio austrohúngaro y esa historia le mantenía la mente encendida. Se agitaba un poco con la historia de reyes y conquistadores.
Desde que se jubiló por incapacidad su vida era monótona y al principio se le venían a la cabeza unas ideas negativas o unas pretensiones que no podían llevarse a cabo y se sentía algo frustrado y deprimido.
Ahora no sentía gran cosa, ni mala ni buena. Su mente estaba tranquila como un remanso de agua en el que no caía ni una piedrecita que agitara las aguas produciendo ondas.
Ya no añoraba los tiempos de trabajo en que estaba ocupado y se sentía capaz. Ahora no se sentía ni capaz ni incapaz.
Podría acometer cualquier empresa, podría recorrer el mundo.
Pero se le veía escribir en el ordenador sensaciones, ideas pobres y seguía sin sentir nada.

martes, 12 de marzo de 2013

A veces, un remedio dictado por las personas que nos rodean no lo tomamos en serio hasta que decidimos probar a ver qué tal nos va.
Se supone que a ellos les va bien y por eso nos lo recomiendan. Nos recomiendan de todo: dejar de fumar, no comer tanto, hacer ejercicio, no beber. Estos parecen ser remedios universales para todo y para todos.
Yo llevo una semana y media haciendo ejercicio en el gimnasio y me va muy bien. El ejercicio crea endorfinas en el cerebro que hace que nos sintamos bien.
Luego están las obsesiones personales que no se van pero para eso no hay remedio posible. O las hacemos frente o seguirán ahí, incordiándonos.
También puede pasar que una persona lo tenga todo tan claro que no necesite ni de remedios ajenos ni de consejos: él mismo se busca sus obsesiones, las remedia, se felicita y se cree el mejor del mundo.
Pero para eso hace falta tener la mente muy centrada.
Los que a la mínima hacen de la vida un tormento insidioso necesitan mucho el apoyo de los demás y sus consejos para tirar adelante sin torturas mentales.
En la soledad está el remedio y la perdición. Si una persona resuelve sus cosas solo tiene una ventaja considerable sobre los demás. Si una persona se queda sola sin quererlo puede ser el principio de sus desgracias.

lunes, 11 de marzo de 2013

Este hombre que cruza la calle con la normalidad del que ha alcanzado la serenidad de ánimo adecuada para no preocuparse constantemente por su situación se dirige a tomar un café a un bar cercano.
Se sienta en un taburete y por fin conecta con la esencia de los camareros que se ríen de forma regular por cualquier cosa que ocurre a su alrededor. Ahora se siente como ellos, con el espíritu alado del inconsciente.
Hacía mucho tiempo que no se sentía así, con ese leve sentir de estar viviendo solo porque sí, sin preguntarse el por qué de la existencia y da fe de que se siente muy bien, casi daría todo lo que tuviera porque esta situación continuara así hasta su muerte.
Paga el café, sale a la calle y por su cabeza ya no surgen ideas despreciativas del mundo que le tocó vivir y mucho menos ideas existencialistas del tipo qué sentido tiene esta vida que llevo o cosas así que son impedimentos de una mente sana.
Llega a casa, se fuma un cigarrillo y piensa: ¿es así la armonía que se respirará en el cielo?

sábado, 9 de marzo de 2013

"He pasado por momentos que me dieron mil tormentos" son dos versos de un cantante muy conocido en España pero cuyo nombre yo no recuerdo. Me gustan estos dos versos porque denotan una gran filosofía de la vida. Para estar contento, primero hay que pasarlo mal, viene a decir. La canción sigue luego con viento del sur y amores de playa frente o al lado del mar.
Las canciones de aquellos años ochenta y noventa revelan toda la moral y toda la doctrina para regirse uno en la vida con la ilusión y certeza de acertar en ella.
Otro ejemplo sería el de "Los héroes del silencio" cuya rima dice así: "hace tiempo que ya no te veo, quizás no te llamo porque ya no me atrevo. Habremos cambiado, quizás a peor" y es un canto al paso del tiempo y el destrozo que hace en las amistades antiguas.
Podría estar citando grupos musicales hasta el anochecer pero no es el caso. Lo que digo es que la movida trajo consigo un aluvión ingente de grandes pensamientos acompañados de guitarras o saxofones.
Hay que dar a la canción española el puesto que se merece, que es ni más ni menos el estante de la música al lado del loro.
El mundo es incomprensible. Se pueden dar tantas situaciones que hemos dado en llamar dantescas, kafkianas, esperpénticas en él que una situación absurda más nos da igual, ya damos por hecho que la administración es un monstruo, que los vicios, errores y corrupciones del ser humano no parecen tener límite y que la mentira que ampara esas atrofias también nos parece normal.
Vivir en una situación rara que provoque la neurosis es también muy normal. Vemos ejemplos de anorexia causada por un bombardeo cruel de imágenes esbeltas; vemos ejemplos de hombres y mujeres magníficos que son los espejos donde la sociedad dicta que debemos mirarnos. En esta sociedad no cabe la mediocridad ni la obra imperfecta. El pobrecillo chaval que suspende tres es un apestado si se toma en serio eso de seguir modelos; si no, podría llegar a ser un delincuente. No hay término medio: o eres mediocre y entonces estarás en el mercadona pasando artículos o robas bancos a punta de pistola.
Abogados, arquitectos, físicos, poetas son una legión que aparece en las revistas y diarios para que digamos a una: "quiero ser como ese".
Este señor ha entrado en la peluquería a que le corten el pelo. Sentía una gran necesidad de cortárselo porque ya le estorbaba. Hay un joven al que el peluquero le está haciendo un corte moderno, estilo mohicano o algo así. El peluquero le ha dicho a este señor que hay otro cliente antes; entonces, este señor se ha puesto a mirar revistas y ha sentido un gran temor de lo que ve en ellas. Ve actores y gente famosa que se divierte. A este señor le da la sensación de que hace mucho tiempo que no se divierte de verdad; no sólo eso, sino que a este señor le da la sensación de que es un mindundi, de que está fuera de este mundo hace mucho tiempo. Este señor no tiene unas relaciones importantes y divertidas como los actores y modelos que salen en la revista, que se ríen a carcajadas y dan paseos por lugares para él muy apetecibles como los que están al lado del mar. Este señor piensa que ha viajado poco y en la actualidad viaja aún menos mientras los de las revistas hoy están aquí, mañana allá...Piensa este señor que no tiene nada que vender, ni tiene un público, ni tiene mucho dinero.
El peluquero le corta el pelo. Se inicia una conversación en que este señor es el protagonista. Este señor piensa, mientras se fuma un cigarro después de ser rapado, que no merece la pena la vida que lleva pero la vive pues no hay otra.

domingo, 3 de marzo de 2013

De resultas de estar mal psíquicamente ahora valoro más la tranquilidad de ánimo que tengo este domingo. Estoy muy tranquilo. Ayer pasé el día con Eva por la tarde y hablamos de este sentimiento mío de frustración que tengo a veces porque no soporto esta puta rutina impuesta. Yo le explico que me valgo de la escritura para transcender en lo que pueda el momento actual presente, tan aburrido y tedioso. Ella dice que hay que disfrutar de pequeñas cosas, en fin.
Recuerdo un verso de Rosendo que dice. "muchas horas de pasarlo mal" y luego: "paso un mal rato haciendo el pato". Esto lo dice en una canción que habla de su afán de notoriedad y agradar al público. La canción es muy conocida, se llama "Loco por incordiar".
Yo no busco notoriedad. Yo busco que mi novela vaya bien para sentirme yo también bien y así tener un entretenimiento válido.
Que quede aceptable es mi meta. No busco muchos lectores, sólo la satisfacción de haber hecho un trabajo digno.
Y eso es todo. El domingo empieza a proyectar su larga sombra de tedio y fútbol por doquier. Nadie pasa por las calles, digiriendo están la comida familiar en el sofá. La película impone su argumento fatal al teleespectador que dormita a ratos mientras la heroína chilla porque quieren abusar sexualmente de ella.
Eso es todo. Mañana, lunes, orden en las calles, cada uno a lo suyo.

sábado, 2 de marzo de 2013

Cuando cae un chaparrón
tienes que tener paraguas
o te mojas un montón;
cuando se juntan las nubes
cae luego el chaparrón
y si no tienes paraguas
el agua te cala tó.
De repente y sin aviso
cae siempre el chaparrón
y sin nada que te tape
te bautizan sin faldón;
chaparrón, chaparrón
al que le pille debajo
que rece a san Antón.
Cae del cielo el chaparrón
sin acordarse de nadie
ni obrero ni patrón
y les pone en un minuto
rezumando hachedosó.
Si el agua fuera buena
para la circulación
todo el mundo se pondría
debajo del chaparrón.
Cuando cae el chaparrón
y no te ampara ni Dios
es mejor salir corriendo
y no decir ni adiós.
La mente se preocupa de lo que hace la persona en esos mismos momentos. Todo le parece desagradable, falto de aliciente. La mente se fija en cada detalle y todo se resuelve en obsesión por el paso del tiempo, la reiteración de las cosas, el abandono de su persona, la rutina diaria y lo absurdo del existir. Esa sensación es la de una neurosis obsesiva que se ceba en el enfermo y no le deja disfrutar de la vida tranquilamente.
Lo he sufrido muy a menudo, así que en esos momentos procuro hacer algo: lo que sea, a ver si se me pasa la mala racha de pensamientos negativos. A veces lo consigo, otras estoy toda la tarde con ese rumiar de sensaciones desagradables.
Suelo pasear, escribir o leer aunque a veces no me concentro más que en pasear al pueblo de al lado a ver si allí hay algo que tenga la solución a mi mente contaminada.
A veces estas sensaciones duran una semana de andar errante con la cabeza gacha, los pensamientos hueros dando vueltas y vueltas sin la solución que me haga dispararme de la órbita de esta obsesión que me hace andar decaído, torpe e inactivo.
Dudo mucho esos días en que estoy así, no me decido a hacer una cosa u otra, estoy muy nervioso o irritable. Siento que algo funciona mal y me molesta grandemente, no paro de pensar en lo mismo que me hace estar mal.
Pienso que fumar esta mal, que mis relaciones están mal, que yo soy tonto, que el mundo que me rodea está mal hecho en muchos aspectos y no hay nada que me levante de estos pensamientos obtusos y dañinos.
No hay ninguna actividad de las que hacía antes que me resulte atractiva o agradable y lo paso mal porque no me encuentro motivado a hacer nada. Entonces se cae en un estado depresivo.
Nada me distrae porque estoy distraído en un innumerable ensortijamiento maldito de pensamientos malos.
Así debió sentirse Hamlet y otros locos de la literatura que no sabían qué camino tomar. Don Quijote tenía todo los rasgos de un esquizofrénico que veía alucinaciones. La neurosis te incapacita para vivir, para pensar, para concentrarte en algo durante un rato bastante largo. Es peor que estar loco de verdad.
Antonio Machado era de carácter depresivo así que debió sentirse de esta manera muchas veces. Quizás su terapia fue la poesía y pensar filosóficamente acerca de la vida y lo que le rodeaba.
Muchos pensamientos literarios de muchos escritores reflejan estas situaciones en personajes o en reflexiones o escritos de los propios escritores.
Muchos escritores estaban mal de la cabeza, es cosa aceptada y es un hecho que en sus escritos volcaban ese malestar mental u obsesiones que tenían.
Bécquer persiguió la perfección poética en sus rimas y cuentos. Tenía un talento muy bueno para captar ambientes y contar historias pero su estado de salud (tuberculoso desde muy joven) seguro que le hizo probar estos estados de ánimo de decaimiento y obsesiones mentales de los que a su vez, surgían sus historias.
Y ya está bien.

viernes, 1 de marzo de 2013

Caminar por el estrecho sendero del día
me ha hecho pensar en asuntos
de dudosa probidad
como el futuro, la revolución pendiente
y una novela que se me resiste.
He tomado café después de comer
y una sonrisa me ha devuelto a la confianza
de haber estado vivo esta mañana
y poder estarlo ahora por la tarde.
Pero no de estar vivo vive el hombre
sino de hacer de la vida una metáfora
que saldrá vistosa
o ecuestre o qué sé yo
pero devolverá a la vida su significado.
En busca de metáforas yo ando
para mi vida, para esta tarde,
para pasar el rato, para no morir oyendo
el confiado canto de ese pájaro.
El astro rey irrumpe por entre las nubes, el cielo aterido y las frialdades del invierno en oleadas marcinas de claridades y fuegos brevísimos de luz y calor. Ya le llega el turno a la primavera que viene llena de brotes tiernos de lo que quiere ser y vivir.
Las fachadas se ponen cálidas, arrojan al mediodía un color de caramelo a los ojos que ansían el calor y la metamorfosis de los cielos. La piel, como la mirada del invernal bípedo postulante pide luz del sol a raudales para que se vaya tostando, para que se anime el color de la cubierta suave que nos rodea y del iris anhelantísimo.
Las noches abundantes de oscuridad y hielos han llenado de grasa el pellejo entre olas blancas y mantas donde se refugiaba el Adán que pronto renacerá a las flores y los cánticos primaverales.
La madrugada sorprendía al benefactor humano en puras tinieblas mientras iba al trabajo y esas oscuridades le atosigaban, le inducían al sueño y a renegar de Dios y de sí mismo.
Pero ya los pájaros suenan a prontísimas horas, ya los insectos vuelan con el susurro leve de alados látigos pequeñísimos, ya las hojas de los árboles han despertado a la luz del renacer a otro mundo: el mundo de la primacía del primor de lo que nace.
Y todo canta, todo bulle bajo un sol dorado como el oro mismo, más rico aún que el oro pues se repite y vive y canta y hace vivir a todo lo que su mando tiene que está debajo de él, como la amada bajo el amado enamorándose uno del otro, los dos astros, la Tierra y el Sol, el donador y el agradecido planeta que puso Dios a la distancia precisa que precisaban para nacer y nacer cada año.
Y todo parece así dispuesto para la alegría del hombre, que pide después del invierno, como un mendigo, la primavera de lluvias, sol y las verduras y animalitos nacientes.
Y la felicidad parece hacerse presente del modo espontáneo que tiene la Tierra de decir: YO SOY.