Creíamos que llegaba la primavera con sus alharacas de verdores, florecimientos y brotes y lo que ha venido es la nieve en su lugar con su acerada blancura de frío que deja las manos heladas y el aliento hecho vaho.
Bueno, yo creo que me voy haciendo a esto de no hacer nada. A todo hay que acostumbrarse, es el signo de los humanos porque no nos movemos por instintos como los animales, sino que damos respuestas lógicas a lo que nos acontece. Cualquiera que conociese mi situación diría que me envidiaba por ella pero todo hay que vivirlo y hay que ponerse un hábito antes de criticar al monje. Es muy fácil decir: te dan dinero y no haces nada. Vaya chollo. Me dan dinero y parece mucho pero no tanto como para hacer yo una nueva vida distinta a la que llevaba en el sentido suntuoso del término. He estado más de un año lamentando mi suerte y envidiando a los profesores porque ellos sí tenían algo que hacer y yo no, aunque esto sólo parezco entenderlo yo, que he sido profesor. He escrito una novela hasta la página 130 pero no me satisfacía tanto como ser profesor, no lo consideraba un trabajo aunque fuera a un ritmo de dos o tres páginas diarias. He pasado más tarde un bajón de ánimo porque ha llegado un momento que no se me ocurría nada de valor literario y lo he pasado francamente mal.
En resumen, a todo hay que acostumbrarse aunque sea a no hacer nada o a hacer algo muy distinto de lo que durante 15 años has estado haciendo.
He hecho un viaje a Córdoba muy bonito.
He estado deprimido durante una semana larga sin saber muy bien qué me pasaba.
Y ahora parece ser que todo vuelve a su cauce y el próximo objetivo, aunque un tanto incierto todavía es convertirme en escritor.
Lo que hay que hacer para convertirse en escritor, es escribir. Que te lean es otro cantar y tratándose de España, un cantar muy raro.
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