Con la debida reticencia
vamos dando pasos inseguros.
Los mortales no debemos creernos Dios
pero tampoco asemejarnos a los animales.
Ahí en esa línea tan difusa
en la que somos humanos y no lo somos de repente
por obra y gracia de mil maneras de desgracias
que nos asaltan en la vida
y nos prueban vestidos de corbata,
yendo a misa o manifestándonos
contra todo lo vigente, estamos.
Y de ahí no salimos ya en la vida
a no ser que nos hagamos millonarios
y podamos pasar el resto de la vida
en isla paradisíaca en taparrabos.
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