Van pasando días del cocido invierno
y yo me siento como en un puchero muy pequeño
friéndome en aceite, esperando la hervidura
del agua que me entone
para ser servido con patatas
a comensales dignos de tan caras carnes.
Gordo yo, Pantagruel
de los días enormes que no avanzan.
Me quedo en la cama
haciendo grasa,
mi cuerpo sirviendo de invitado al grasiento desayuno
que se ventila entre las sábanas y mantas
mientras Pepe, Maricruz e Isabel la bachillera
se levantan a las siete con herramientas y cuadernos
para trabajar muy duro y estudiar los temas
de actualidad, que son:
la crisis, la abstinencia y la falta de ganas
del bolsillo
de darse un festín o mariscada un domingo de estos.
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