Sonó el despertador como todas las mañanas. Afuera, estaba todo oscuro, como todas las mañanas a esa hora. Tomás apagó el sonido estridente y se removió entre las sábanas hacia el otro lado de la cama y siguió durmiendo. Entonces, se acordó de los garbanzos que puso en remojo la noche anterior y se dio cuenta de que tendría que comprar un repollo, pimienta negra y un pimiento para la receta que leyó en la revista.
Empezó a imaginarse mientras dormía levemente el color y aspecto que presentaría su plato de garbanzos con repollo. A las diez se levantó de la cama, dispuesto a hacer la compra.
A las once ya había regresado con todo lo necesario y metió todo en la olla a cocer. No sentía la responsabilidad de no haber ido a trabajar y sí la de que le saliera bien la receta, que le saliera apetitosa. A las doce ya tenía en la cazuela su plato recién hecho. Notó cierta decoloración con respecto a lo imaginado en la cama esa mañana pero no estaba mal del todo. Acercó la nariz a la cazuela y el olor no le desagradó. Ahora sólo tenía que esperar a Raquel y comer los dos juntos.
Raquel llegó un poco intranquila.
-Hoy es jueves. Hoy deberías estar en Madrid.
-No he ido a trabajar
-¿Por qué?
-Porque he estado haciendo este relato.
-¿Qué relato? ¿Qué estás diciendo?
-Te incluyo en mi relato y tú me lo pagas así.
-Pero es que no te entiendo. ¿Por qué no has ido a trabajar?
-Porque tenía que hacer este relato, el relato en el que yo hacía la comida y te esperaba y ahora vienes...
-Bueno. No vengo de humor. Estaba bueno el repollo.
-Esa frase sí que es de mi relato. Muy bien.
-Cuando acabes con tu relato, vas por la niña al colegio.
-Mi relato no acabará hasta que me acueste. Dura un día.
Tomás, en su relato, se quedó solo en el comedor, recogió la mesa y vio un poco de televisión. Recogió a su hija del colegio y estuvo jugando con ella y haciendo los deberes. Su mujer le pidió que explicara lo del relato pero Tomás dijo que el relato no tenía explicación, sólo transcurría como la corriente de un río. Cuando se acostaron, lo hicieron en silencio y al cerrar los ojos Tomás notó que el relato de ese día, 20 de Enero de 2013 ya había puesto su punto final.
-¿Qué relato? ¿Qué estás diciendo?
-Te incluyo en mi relato y tú me lo pagas así.
-Pero es que no te entiendo. ¿Por qué no has ido a trabajar?
-Porque tenía que hacer este relato, el relato en el que yo hacía la comida y te esperaba y ahora vienes...
-Bueno. No vengo de humor. Estaba bueno el repollo.
-Esa frase sí que es de mi relato. Muy bien.
-Cuando acabes con tu relato, vas por la niña al colegio.
-Mi relato no acabará hasta que me acueste. Dura un día.
Tomás, en su relato, se quedó solo en el comedor, recogió la mesa y vio un poco de televisión. Recogió a su hija del colegio y estuvo jugando con ella y haciendo los deberes. Su mujer le pidió que explicara lo del relato pero Tomás dijo que el relato no tenía explicación, sólo transcurría como la corriente de un río. Cuando se acostaron, lo hicieron en silencio y al cerrar los ojos Tomás notó que el relato de ese día, 20 de Enero de 2013 ya había puesto su punto final.
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