Soñar en el sentido machadiano es revivir el pasado. Esto es así (creo) porque a Antonio Machado le dolía el presente, el tic-tac tiránico del presente, que le ponía en un estado deprimente. Yo combato ese tic-tac intentando que ese sonido obsesionante no suene en vano y para ello procuro ocupar las horas de la forma más adecuada que está en mis manos. Antes, el trabajo ocupaba ese tiempo del presente casi enteramente pues por las tardes que no tenía horas que cumplir dando clases estaba preocupado por las que tenía que dar o todo lo que me traía a casa para corregir. Es algo sabido que el tiempo es oro y no hay que dejarlo correr baldíamente. Últimamente, las horas de después del café son las horas que ocupo productivamente escribiendo mi novela. Las mañanas son otra historia pues no me centro en demasía.
Pero, a la manera de Machado, ¿no nos ha gustado a todos recorrer lugares unidos a nuestro pasado en que las circunstancias eran otras que las del presente y ver así con perspectiva que todo ha cambiado y nosotros percibimos el presente de ese lugar con mayor serenidad y con cierto vuelo poético, evocador que en el pasado no tuvimos?
O es al revés: que el presente de ese pasado nos agobia porque está irreconocible ese momento ido de manera que ya no es posible rescatarlo.
Entonces es cuando percibimos que nos hemos hecho viejos pues ese tiempo pretérito simplemente ya no está, ya no hay la gente que solía haber y su lugar ha sido ocupado por unos macarras que hacen ruido y no vemos ni un resto de aquellas costumbres que vivimos y que nos llenaban tanto el corazón.
Entonces no queda otra que reunirte contigo mismo y ocupar las horas aunque sea aprendiendo alemán on-line
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