Un día antes de irme a Oporto, Majadahonda está desértica. No hay con quién pasar un rato de charla. Llevo toda la mañana metido en casa oyendo las noticias, todas malas como siempre, y acompañado de mi hermano. Parece haberse parado la actividad humana en la calle tanto por los que se han ido como los que se quedan que da la impresión de estar atados a un banco a esperar a ver qué pasa. Y no pasa nada. Luego veré a mi novia que estará exultante por irse de vacaciones pero yo estoy un poco apagado por el marasmo que hay en mi casa y fuera de ella. Una serie de historias mal contadas por mi hermano colapsaron mi estado de aburrimiento; hoy, sigue en ese plan de contar cosas que le han dicho que no tienen ninguna base real. Mi hermano es así. Estos días del pueblo le han trastocado los ritmos de sueño y todo el biorritmo y trastoca todo lo que cuenta. Una por exultante y otro por alterado, no sé cómo van a resultar las vacaciones. Espero pasarlo bien junto a los dos ya que son lo único que tengo.
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