Como digo, estos días de últimos de agosto en que mis padres se han quedado en el pueblo y estamos mi hermano y yo en Majadahonda, pueblo antiguo de pastores, son muy sosos y faltos de aliciente. Quizás por eso me ha dado por escribir en el blog.
Me acuerdo de estos días pasados en la carretera y me da mucha pena haberlos abandonado. A mí me gusta casi más estar en la carretera que en el lugar de llegada, donde a veces me aburro. Así me ha pasado en Portugal. Me gusta moverme cuando estoy de vacaciones, no quedarme días en un sitio concreto. Creo que la próxima vez voy a organizar el viaje de manera que nos movamos más, como lo hacía con mi hermano Paco. Me gusta hacer kilómetros y ver el paisaje por la ventanilla y parar en un sitio y sorprenderme y parar en otro y volverme a sorprender. Un sitio en el que estás más de dos días pierde mucho atractivo. Encima en Oporto sólo nos pudimos bañar un día y el agua estaba congelada o sea, que es como si no nos hubiéramos bañado.
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