Son las 11:30. Estoy en casa. El tiempo pasa lentamente. Los pájaros cantan y la gente va y viene haciendo recados. Yo ya he comprado para comer pero habrá que planear qué se come el fin de semana porque todos son días de fiesta y estarán cerrados los supermercados. Paco ha dormido mal. En un rincón de la ciudad, dos palomas buscan entre la hierba, se picotean amorosamente, viven al día. El verano ya se intuye en esta semana santa. Un verano de precios altos, de mucha inflación que acabará en deflación. En otro rincón de la ciudad, un perro que se ha escapado de casa se lame una herida. No ha comido nada. Vagabundea por los barrios alejados de personas buscando algo, intentando sobrevivir. Pronto saldrá de otro rincón una persona que le recoja y s ele lleve a casa y así los dos, perro y caritativa persona venzan su soledad. La soledad del perro es aún más profunda que la de esa persona que decide recogerlo y llevarlo a casa. Las horas pasan lentamente. Son las 11:45. Ya la mañana se alza como una lanza fuerte y aguda.
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