La tranquilidad de hoy domingo casi se mastica: suenan los pájaros (el ruiseñor, el herrerillo, el petirrojo, el mirlo) y enmudecen los coches y los camiones de la basura y de reparto. No se oye tráfico alguno. Si sales por la calle, ves gente que anda por mitad de la calzada charlando, sin miedo a que les pille un coche que no va a pasar. En el bar solo hay un cliente, el de siempre, y se puede trabar una conversación más lúcida y entretenida que otras veces en que hay más agitación en ese mismo bar. Las avenidas están limpias, los ruidos han desaparecido. Se vive bien así. No se oyen tampoco las máquinas de obra pues han parado las obras. Ya digo: hoy se oyen los pájaros piar y mi corazón y mi alma están en calma al sentir ese sosiego en la ciudad. Donde hay gente, hay ruido. Hoy no hay gente, lo que se dice gente, y, por lo tanto no hay ruido ni masificación ni estorbo de ninguna clase. Esos elementos que crea la gente se habrá trasladado a la playa, a los pueblos con casas rurales y todos esos sitios de recreo masivo.
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