Ya tengo la lombarda cocida. He picado ajos y los he echado a la olla con aceite. Solo falta echar un poco de pimentón y a comer. Plato único. Si a la tarde hay hambre, se come uno un bollo o un sandwich. Yo soy un espíritu libre que tiene derecho a decir la verdad. Aunque sonría, no soy feliz. La vida es como ese hombre de la acera que pide perdón por pisar a un perro. Si pidiéramos perdón más a menudo, nos iría mejor. Hay que perdonar también las ofensas, las ofensas de esos que piensan solo en horizontal. La gente de hoy en día se refugia en El Corte Inglés como antes lo hacía en las tabernas y antes, en las catedrales. A cada tiempo, su creencia. Con estos bueyes tenemos que arar. La ropa mueve montañas de dinero, ya lo dice Galdós en "Fortunata y Jacinta" que es la historia del hijo de un tendero riquísimo. La pena del mundo circula como moneda trasnochada: no hay más que pobres pero lo peor son los pobres de espíritu. El hambre es un delito en el siglo XXI, pero la policía del mundo no lo ve así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario