Si pienso la vida de mis padres, me asombra el montón de circunstancias extrañas a las que debieron adaptarse. Desde que nacieron, todo fue cambio. Nacieron en el 30 más o menos. Pasaron la posguerra y luego, todo fue cambio en España. Más o menos nos pasa ahora a las generaciones posteriores a ellos: vamos a una digitalización y a una modernidad en la que yo, por lo menos, me siento muy chiquitito. Ayer mismo, al ver en el autobús cómo manejaban los jóvenes el móvil, me quedé asustado. Hacían greguerías con fotos, con historias y con otras aplicaciones que yo ya no entendía. Es la fuerza del paso del tiempo y con él, la llegada de otras modas y otras costumbres que nos hacen quedar atrás. A lo mejor, ser astronauta, en unos diez o quince años, es una profesión normal, si no lo es ya.
He pasado unos días agitado. Con insomnio. Con mal humor. Con penalidades mentales. A ver si hoy es el día en que desaparecen esos extrañas compañías de mi mente y duermo y siento mejor las cosas.
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