Ayer fui tres veces a ver a mi madre. Por la tarde, a eso de las 6, ya estaba mejor y hoy también se le nota mejoría. Todo por el asunto de la dentadura. Mi madre es muy dura y al final, ha aguantado con ella puesta. Es lo que nos decía un taxista a mi hermano y a mí, un taxista que llevaba ya mucho tiempo con dentadura postiza: "hay que aguantarla". A este taxista le hicimos el favor de quitar la nieve de Filomena en los alrededores del garaje. Mientras, íbamos charlando. Es un taxista muy leído y de gran conversación. Hace bastante que no lo veo, sale tarde a recorrer las calles con su taxi y veo que viene tarde alguna noche, de casualidad lo veo mientras estoy leyendo en el comedor. Lo importante es que mi madre ya está mejor y no lanzando ayes cada dos por tres. He ido a las 4, después del telediario y ahora me dispongo a escribir unas historias de cuyo valor literario no tengo ni idea pero que hacen que me pase una hora escribiendo a ver cómo continúo añadiendo renglón tras renglón, los renglones derechos del ordenador. El caso es entretenerse y no pensar que lo va a leer la gente porque, ¿dónde está la gente que lee? y ¿dónde está la gente que quiere leer mis historias? En ningún lado y en todos los lados pero ya es común, en los círculos editoriales, que el propio escritor pague la publicación de su libro y yo no estoy por la labor. Ya pagué por "El profesor enfermo" y no pago más.
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