viernes, 7 de diciembre de 2018

Estaba yo viendo la peli de la dos y la he tenido que dejar de ver porque era un rollo. Se llama "El juego más divertido" y sale Victoria Abril. Es de Martínez Lázaro. Es una historia de mucha, mucha pasión pero muy mal ideada. Y no transmite. Y no engancha así que me voy a acostar.
Por otro lado hoy he vivido un día bastante feliz.
Mañana veré a los compañeros de la asociación en el karaoke.
Mi padre me dice, según venimos del pueblo, que los pueblos se llenarán de gente, pero que él no lo verá. Dios le oiga, porque a veces pienso que un pueblo es muy bonito, las gentes son muy agradables y se llevan bien. Mejor que en las ciudades, donde no hay más que crímenes, incestos, violaciones y locuras varias y pisos de 17 plantas por los que se ve la gente como hormigas.
En el pueblo, está la plaza y la gente se saluda. Las malquerencias se disimulan o se tapan por no dar qué hablar. Es un poco feo eso pero más feo es el crimen anónimo que se comete en las ciudades cada minuto, quizás cada segundo. Además, en el bar y la iglesia del pueblo todo el mundo se conoce y nadie es más que nadie.
En la ciudad, de uno que conoces hay cientos que desconoces que van de allá para acá sin que sepas sus intenciones. En la ciudad, hay mucho latre y randas encubiertos, mucho pedigüeño, mucha gente que no sabes ni de dónde sale ni adónde va. Y si un día te cruzas en el camino de algún desalmado, ¿qué? O te roba o te deja hecho polvo. Yo, cuando voy a Madrid de noche voy un poco encogido, como si nada me perteneciera, ni siquiera la baldosa que piso, el bar adonde entro ni el roce con los otros. Me gusta la ciudad y el pueblo porque son dos seres como dos mujeres muy bonitas, pero yo nací en un pueblo, donde las casas son pequeñas, donde la gente es pequeña y donde la cigüeña anida cada verano.


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