miércoles, 19 de diciembre de 2018

Son las dos de la madrugada y me encuentro insomne pero tranquilo pues sé que en media hora me dormiré. Hay una niebla no muy densa y me he asomado por la ventana para sentirla y he oído voces. Una masculina y otra femenina. La femenina era mucho más recriminatoria y la masculina se defendía de los reproches de la hembra. Es que hay que ver cómo es el amor, no les deja parar a los enamorados. He oído un poco la radio, la desgracia de esa profesora. De Zamora a Huelva y mira... Qué asco de vida. Estaban también los deportes y otras gilopolleces. Qué asco de radio. Qué asco de noche. Bueno, yo por lo menos estoy tranquilo y me va venciendo el sueño mientras tecleo y tecleo y corrijo lo que escribo. Mi hermano ronca. Mi periquito duerme tranquilo. La vida descansa a estas horas menos los soldados que hacen guardia y las putas que llevan la quimera de su entrepierna como todo sostén de su vida. Las farolas son naranjas y alumbrarán el paso de algún desgraciado que no tenga casa. Tengo que seguir escribiendo hasta que me canse de escribir y me vaya a la cama y me tumbe y me duerma de una vez. No estamos nunca seguros. Detrás de cada esquina late como una aguja la misma muerte y no sabemos si es para nosotros. En los hospitales, la gente lucha contra ella, el enfermo y el enfermero y el médico y a veces gana la muerte también en una cama nocturna como un gato feo. En fin, me voy a acostar que es tarde.

El que no pueda dormir, que no se ponga nervioso, que ceda a la vigilia y luego, ya más tranquilo, duerma en paz.

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