viernes, 14 de diciembre de 2018

Íbamos mi hermano y yo caminando hacia la hamburguesería y se estableció un diálogo sobre el polimorfismo humano: o sea, que no hay dos caras iguales en el mundo. Yo le pregunté a mi hermano si esta cuestión es un misterio para la ciencia. Mi hermano me contestó que los osos también son polimórficos. Yo creo que hay una inteligencia superior sobrevolando todo lo que hay en el mundo. Luego hemos hablado de lo que supone el misterio del cerebro para la ciencia y mi hermano dice que nunca averiguará el ser humano qué es el cerebro pues es como un universo que llevamos sobre los hombros. Luego mi hermano se ha lanzado a hablar de Comte y de Echkart, el teólogo del desapego. Comte no supo explicar por qué oímos o por qué vemos. La esencia de los sentidos. Y Echkart se aproximó diciendo que hay una conciencia superior que nos hace ver, oír, sentir en suma y pensar.
Está claro que el sexo está en la cabeza, en la mente y que si no es la mente la que excita al órgano, el órgano no da señales de vida. Si todo está en el cerebro, ¿qué es el alma?
En la Edad Media se creía que se pensaba con el corazón.
Nos hemos vuelto más lógicos y menos sentimentales pero el sentimiento sigue ahí.

Piensa y harás; siente y llorarás.


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