Vivo entre la nostalgia de un pasado mejor y la desocupación actual. Mi actividad literaria no se ha manifestado en mí de modo absorbente haciéndome escribir desde las cinco de la mañana hasta la hora de comer. Más bien escribo por las tardes de cuatro a seis. No tengo con quién recordar mis años de profesor pues no me ha quedado ningún compañero ni conozco a nadie del oficio. Solo un profesor comprende a un profesor. Solo una cajera de supermercado comprende a una cajera de supermercado. Hoy he estado por la tarde con mi madre. Es una estupenda conversadora. Salen temas muy buenos desde la banalidad aparente de los asuntos que se tratan. Mi madre sabe mucho y si no, se lo imagina por elucubraciones que hace de lo que ve. A lo mejor no me entiende del todo pero pretende hacerme pasar un buen rato sin dejar de hablar de unas cosas y otras. Mi madre es muy amable, tiene un gran trato. Se le olvidan a uno las nostalgias y la falta de entretenimiento que uno padece. También ansío de vez en cuando hacer kilómetros con el coche con la radio puesta, pero bueno. Ya tendrá lugar el hecho de verme en carretera.
A veces hablar es lo mejor.
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