En esto del pedir hay mucho que entender. Los hay que piden porque saben que tienen la confianza del que da o el que da no tiene más compañía ni más consuelo que el que pide. Hay otra forma de pedir y es inventarse mil historias de pena para que caiga la limosna. Los mendigos son los artistas del pedir. Anuncian sus males, no paran de decir que tienen muchos niños, muchas cargas, mucha hambre. Pero hay de aquel que se acostumbra a dar a un amigo: pierde la amistad o la amistad se convierte en una pelea. Dice el refrán: si quieres ser mi amigo, no me pidas dinero y bien cierto es. Cuando un amigo pide dinero a otro tiene que medir muy bien esa amistad que los une porque de otra manera, la perderá. El dinero es muy importante en la vida de cualquiera y el que lo niegue no sabe lo que dice. Bien me quieres, bien te quiero, no me toques el dinero. Los pedigüeños, al cabo del tiempo, apestan y molestan más que un grano en el culo. Cada uno ha de velar por su economía, amistad aparte y solo en caso de grande apuro se debe pedir y eso, con la garantía de devolver lo pedido, que si no...
Si un amigo te pide tres veces seguidas, no es amigo.
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