Llevo ya un tiempo en que mis costumbres mentales van por buen camino. No rumio ideas de negación de mi propia persona, no hay reproches que hacerme, transito por el laberinto gris sin notar su grisácea textura. Mi cabeza está bien pues. Solo que un poco solitaria. No encuentro comunicación con ninguna persona que pudiera tener los mismos gustos que yo; o sea, literarios. Yo nunca hablo de libros con nadie porque los que me rodean no los han leído o si los han leído, ya no les gusta hablar de ellos, como es el caso de mi hermano, que sí que ha leído bastante pero que no le gusta hablar de literatura. En el fondo de mi soledad lectora y escritora, pues yo me monto mis horarios para escribir y leer un poco, para no oxidarme mentalmente estoy solo. Una cosa que yo digo es que hay gente que trabaja duramente al sol mientras otros miran. Siempre hay que tener un quehacer para no rumorear del que hace algo. Siempre tiene que haber unos zapatos que remendar, siempre una escultura que esculpir, siempre una página en blanco que rellenar con lo que se nos ocurra y siempre hay que hacer algo productivo para la mente o que produzca el cuerpo para estar acordes con lo que quiso Dios o quien corresponda; quiso, yo creo, que estuviéramos activos para que no nos pongamos tan gordos que no nos podamos mover algún día.
El hacer y el pensar traen distracción al ser humano.
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