Benito Pérez Galdós era un gran conocedor del alma humana, al igual que Cervantes, al igual que Víctor Hugo. No les extrañaba nada en el hombre: todas sus locuras, ambiciones, vicios o virtudes excelsas. De todo ello escribieron un montón de páginas. Me los imagino escribiendo, componiendo una novela. Pensarían en un protagonista de los que andan por ahí, un héroe o una heroína que querían ser ejemplo de lo que aguanta el ser humano, de lo que todos tenemos un poco para que lo leyéramos y nos sintiéramos como ellos un tanto.
Luego, en la época actual, hay también una pléyade de escritores que se confunden todos en una masa informe hecha de publicidad, de prestigio, de solemnidad. Como por ejemplo, Arturo Pérez Reverte que escribe de casos históricos, de sucesos ejemplares.
Luego, estamos otro montón de escritores que escribimos para entretener el tiempo, para los amigos, para no estar de más de cuatro a seis. Y no tenemos prestigio, ni publicidad ni sabemos siquiera si conocemos el alma humana.
Uno siempre piensa para qué escribe.
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